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Filamentos del deseo

Desde finales de los años sesenta algunos artistas italianos integrados en el por entonces Arte Povera, empezaron a utilizar barras de neón (Mario Merz) y resistencias eléctricas (Gilberto Zorio, Pier Paolo Calzonari). A través de dichos instrumentos las obras quedaban sometidas a un cambio permanente, sobre todo las de estos últimos que incentivaban procesos de calentamiento (Zorio) y congelación (Calzonari). La obra reciente de Julio Mediavilla sintoniza con la de los italianos en el protagonismo de las resistencias eléctricas, pero sobre todo en la manera pausada en que las transformaciones se van sucediendo en el interior de las imágenes construidas.

 

En sus obras anteriores el artista ya había venido usando elementos industriales de cuyos acertados ensamblajes surgían inquietantes objetos. Ahora las formas espaciales se han convertido en bidimensionales, en refinadísimos dibujos de luz perfilados sobre incólumes superficies plateadas. Desde un punto de vista formal estas imágenes podrían recordarnos a la desafortunadamente desaparecida publicidad urbana de neón que, como los mecánicos relatos de los zootropos, repetían una y otra vez acciones elementales: la moneda que penetraba en la hucha por ejemplo. Aquí las pistolas enfrentadas recomponen la secuencia del recorrido de las balas o las líneas paralelas se cimbrean de una forma acompasada al simultáneo encendido y apagado. Los iconos se convierten en signos, a veces estrictamente plásticos: esos trazos lineales, puros impulsos gestuales; otras remiten a modelos codificados: puntas de flecha, las propias pistolas. Repertorios iconográficos duales al servicio de un discurso unitario. En efecto, debemos interpretar cada una de estas secuencias como hitos de un recorrido metafórico sobre el universo pasional; un universo que lejos de presentársenos arrebatado, da muestras de cordura, lo que no implica un rebajamiento de su tensión; muy al contrario la expresión mesurada de nuestros sentimientos redunda en unos efectos más plenos, pues como mostraron los románticos las pasiones desatadas solo conducen la desquiciamiento. Julio Mediavilla encarna esa pasión precisa en esos signos casi inmateriales que se recortan sobre un espacio impecable, cálido, sereno. La propia definición técnica de alguno de ellos, sirve al propio tiempo para definir situaciones, estados sentimentales del sujeto: Polarizador de tensión. El calor, igualmente controlado, se convierte al final en el eje argumental del proceso artístico y narrativo; el movimiento da cuenta de su vitalidad. El sonido completa el relato. Instrumentos sutiles que se imponen sin estridencia para levantar un edificio afectivo; los filamentos eléctricos son un compendio conceptual y material de sus distintos componentes. Por eso asumen la condición de filamentos del deseo.

 

Javier Hernando.

El Mundo/ La Crónica de León, miércoles 23/enero/2002.Cultura

 

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